domingo, 29 de septiembre de 2013

Una vez estuve viva, y fue como un sueño.
Despertóme el halo humeante de la luna, sugestión de un impás azul, un viaje sin viento, en un navío propulsado con molinetes de ondas de calor.
El movimiento comenzó como si fuera una trasmutación. Podía aislar mi mente totalmente de cualquier contexto, todo lugar era diferente a mis sentidos, siempre era el indicado, el perfecto.
Como la brújula que señala todas las partes. 
Atravesé el cielo sobre los lomos de los experienciados pájaros, mientras el mundo se mostraba ante mi como una lluvia ó era la misma vida que esfervecía ante mí, con todas las floras y faunas que existen, pero comprendidos en cada una de las células de este manantial, con los iridescentes colores de una completa galaxia. 
Atravesar las cataratas, sentir la luz salpicándome. 
Trepé un árbol que era como un cometa, con flores rojas y verdes, comí su fruto y observé las lagunas frente a mis ojos que tenían bosques dentro, y en ese árbol estaba yo, observándome. Era el origen y el presente naciendo.
Como granos de arena, se materializaba entre mis dedos el momento, como el tiempo, que con mis manos construí castillos. Con cada gota de mi ilusión, que se espejó cuando desperté, con el canto del pájaro que silbó con el sol. 

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